EL CONTROL

Maldita sea, se dijo, ¿qué coño voy a hacer ahora?, esos cabrones, ¿pero que pintan ahí? ¡Salvo fastidiarme la fiesta aún más! Con mala leche pisó abruptamente el pedal de freno, los ojos fijos en esa lucecita azul que se asomaba encima del horizonte. Por lo menos me percaté a tiempo, pensó acelerando el coche al girar ciento ochenta grados para alejarse cuanto antes de la zona de peligro. No hay derecho, todos los sábados, y encima hoy con mi papa tan gorda. ¡Pero cómo se atreven! ¿Eso es la libertad prometida, la vida sin represión, el futuro europeo, el resultado de la transición? ¡A la mierda con todo esto!

Y ahora ¿qué? Cantarrana o la Plaza de Toros, tiene que haber un pendiente, es que la batería ya no era la más nueva, no podía ser de otra manera, esto era su estilo de vida y no otro. Finalmente se decidió por Cantarrana, detrás del mercado hay apenas tráfico o transeúntes a esta hora Con dedos lentos examinó las bolsillas de su chupa, izquierda - derecha, arriba - abajo, nada, abrió la puerta del exprés rojo y poniéndose de pie registró sus pantalones. Lo que faltaba: estaban en la faltriquera del culo, arrugados, curvados, hechos una pena, mas ¿qué vamos a hacer? Se llevó uno a la boca y prendió fuego al pitillo. Con un movimiento rápido se deslizó al interior del carro y cerró la puerta. La noche estaba clara, la luna llena y la pelona al caer.

Todo comenzó tan bien: Querría ver el fútbol en La Morera junto con sus amigos de siempre disfrutando de una o más cervezas marca Guiness como era costumbre suya. Ya estaba apoyado en la barra, el cáliz lleno del liquido negro y espeso en mano, el equipo visitante acaba de marcar el primer tanto de una goleada anunciada, cuando apareció ella en el marco de la puerta, delgada, fina, su sonrisa tentadora recorriendo los labios y destellos de alegría emanando de sus luceros azules "Venga tío ¡vamos nos!" fue su saludo y cinco minutos más tarde se encontró dirección Aracena para ver, asistir, celebrar, o lo que sea, los rehiletes. Ella no solía beber y le había prometido de conducir el coche en el camino de regreso, si hiciese falta.

La verdad es que él no la había visto durante cierto tiempo. Parece mentira que en una sierra tan chica con tan pocos habitantes la gente se pierde tanto, pero la realidad fue que bailaron el último rap en la feria de San Juan del Repilado, hace medio año Y ahora estaba a su lado, indagando todo con su curiosidad natural. Abrió la guantera, removió todo, cogió esto sí y lo otro también, preguntó acerca de todo aquello y le observó la cara de vez en cuando.

Le era difícil contar todos los fuegos que habían visitado, más todavía recordarse de cada uno de los vasos con mosto de la tierra, eso sí, que empezaron en la Plaza Alta y terminaron en la Discoteca, él por el ansia de engullir unos cubatas para rematar la faena y ella a causa de haberse encontrado con un amigo viejo que llevaba el mismo destino. Pues, él con su autoestima lo dejaba suceder, jamás creía que una mujer podría descantarse por otro en su presencia, así que no prestó la atención debida y al vaciarse la discoteca se daba cuenta que ella ya no estaba. La muy puta se habrá ido con ese tío abandonándole a su suerte.

El frío empezó a subirle lentamente. Arrancar el motor poner la calefacción en marcha hubiera sido la solución, pero él en su dejadez no había previsto la posibilidad de tener que pernoctar en la capital, ni el desvió por Alájar para eludir el control de los verdes, contando exactamente con la gasolina necesaria para llegar a casa y por la mañana hasta el surtidor de la Nava. Es la última vez que saco las mantas del coche para lavarlas, ya se ve a que conduce todo esto, maldijo su situación sin abrigo y con la escarcha encima de la carrocería de su máquina. La ley de serie, o la de Murphy -"La probabilidad que la rebanada se cayese por la parte untada es directamente proporcional al precio de la mantequilla, a la pegajosidad de la mermelada y el valor de la alfombra"- es de un cachondeo supremo si uno la discute con amigos en un bar, pero ¡cómo cambia la cosa! si te afecta en una noche helada.
Sin mantas o Wiskhy - como demostró la búsqueda por todo el coche - para calentarse, la única salvación que le quedó era moverse, dejar la furgoneta mixta donde estaba y dar una vuelta a pie, quemar calorías en los músculos para mantener la temperatura corporal encima de 35 grados centígrados y ¿que mejor que una subida al castillo? Tomada la grave decisión bajó por la calle Mesones, los bares obviamente cerrados, cruzó el Paseo sin la bulla de los niños jugando bajo las miradas atentas de sus madres, atravesó la Plaza Alta en silencio, pasó por delante del cabildo viejo, las primeras gotas de sudor empezaron a cubrirle la frente a pesar de lo cual no disminuyó su andar.

El vaho blanco de su aliento le guiaba por la oscuridad hacia el recinto medieval lleno de leyendas templarías. Una neblina alba subía las laderas, unas torres ya estaban sumergidas en cortinas transparentes iluminadas por la luz argéntea de la luna. Le quedaba aún un pitillo, el último, dubitativo se lo metió entre los labios y le prendió fuego, ya no me importa nada, mañana será otra desgracia, lo que cuenta es el ahora, el resto vendrá de todas las maneras. Con los ojos perdidos en el horizonte rastreó el contorno sin saber el porqué. En la lejanía vislumbró una sombra que parecía moverse. Inseguro de si mismo - podría ser una alucinación, o el comienzo del delírium trémens - pero demasiado cansado para entregarse al pánico intentó centrar su mirada indagadora en la dirección de la aparición misteriosa, mas la bruma la sustrajo de su vista. Lleno de curiosidad - en el fondo era todavía un gran romántico, siempre en busca del absoluto, y por eso la vida le hirió sin cesar - penetró en la niebla cada vez más espesa. Había perdido ya el rumbo, a ciegas se movió por la hierba que corona la colina, tiró la colilla apagada, pero coño, ¿qué cosa es esta? fue como un rozamiento, y otro, una mano empezó a acariciarle la cara. Él no oponía resistencia alguna, demasiadas cosas ya habían sucedido a lo largo de esta noche, vigilia de la Inmaculada, para no estar derrotado y aceptar todo que venga. Realidad o sueño, que conceptos equivocados, al diablo con todo esto, lo único verdadero son los putos sentimientos que te hacen mella en el alma, el resto no vale un duro, entrégate al presente, ese puente entre lo que ha sido y lo a venir, ese dulce momento ínfimo de impacto total. Cerró los ojos y se dejó caer en los brazos de ese fantasma desconocido. No obstante se llevó un buen sobresalto cuando escuchó la conocida voz llena de ternura preguntándole: "¿Me llevas a casa?"