La carta llevaba el matasellos de Sâo Martinho.
Adalberto la abrió.
"Querido Adalberto," empezaba. "Nuestro encuentro
me ayudó mucho a encontrarme".
Claro, como voy a olvidarlo se pensó, eran las once de la mañana, después
de visitar a un cliente me fui con el coche a casa. Llovía. En la general
la vi haciendo autostop. Me paré y ella se montó, dirección Portugal. Se llamaba
Gloria. Era una rubia, veintiséis años o algo más, alta, delgada, no
muy bien vestida, deportiva, alegre, sin make-up.
"La invitación a tu casa fue una sorpresa".
Visto el mal tiempo no me parece tan extraño invitar a una autostopista.
"Ya la casa en si".
Esta situada en un pueblo serrano, no en el centro, ni en las afueras.
Delante hay un pequeño rosal, todas las rosas estaban en flor.
"De la bienvenida no digo nada".
Bueno: especialidad de la casa. Esa alquimia llamada Dry Martini, tan
simple, tan magnífica, una parte Vermouth seco y cinco partes ginebra,
con su aceituna obligatoria. Y 'Les Délices Hélvetia', queso mezclado con clara
de huevo batida al punto de nieve, pasado por ralladura de pan y luego
frito en aceite caliente, que acompaña perfectamente cualquier cóctel.
"Me sentí en la Gloria. Después, el Hors d'oeuvre que preparaste y
el vino que pusiste para beber".
Buen truco el tener un congelador y un microondas. Sacadas dos cazuelas
con 'Scampi Termidor' las metí en el horno. Si, a mi me gustan las
cigalas así preparadas con coñac, trufas, bechamel, mostaza, mantequilla y
nata. El vino era blanco, seco, un 'Grüner Veltliner' de Austria. Dos cosas
que combinan a la perfección.
"Casi no me percaté como preparaste el almuerzo por la gran rapidez
y maestría de tu arte culinario. Creo que jamás antes comí cosa semejante,
la carne rellenada, la coliflor con salsa holandesa y el arroz de setas".
Pues no estaba mal el filete rellenado con jamón y queso llamado 'Cordon
bleu' ni el 'Risotto coi funghi', ese arroz que además lleva vino y
azafrán. Tampoco lo estaba la coliflor con esa salsa magistral de yemas, zumo
de limón y mantequilla. Y el vino de cuerpo que encontré un día en una bodega
perdida de Zafra.
"Pero lo mejor para mí fue el postre tan raro que preparaste en el
horno".
Pues muchos alucinan con el 'Baked Alaska', biscuit fino con una capa
de frambuesas mojadas en licor y helado de vainilla encima, todo cubierto
de merengue.
"También la música era muy agradable".
Claro, para cada comida su ambiente musical. Primero el Gary Burton
Quartet, Jazz de transparencia para el aperitivo. El Hors d'oeuvre
necesitaba un sabor a mar, a Sur, porqué no folklore griego, un sirtakis. Acompañando
el plato principal algo divertido y majestuoso a la vez, la sinfonía
número 104 de Haydn.
"Todo estaba perfecto".
Pues sí, soy así. Que no era la primera ni la última vez que tenía
alguien invitado en casa.
"Demasiado Perfecto".
Eso no entiendo.
"Me daba cuenta de que tú no eres lo que me falta. Por eso me fui
tan de repente".
¡Oh si! Jamás voy a olvidar esto. Me fui a comprar salmón para la cena
a la tienda de otro pueblo mientras ella dormía la siesta. A la vuelta
abrí la puerta llamando con voz bajita a Gloria. Nada, silencio. Me fui al
dormitorio. Vacío. Al comedor. Nadie. Al cuarto de baño. Ninguna persona. Ella
no estaba. Ahora hace cinco días que se fue.
"Me encuentro ahora en una playa, con un chico de mi edad. Con un
chico que quiere descubrir el mundo conmigo. Sabes Adalberto, con un tío como
tú, esto no es posible. Tú conoces demasiado. Sólo podrías mostrarme tu mundo,
un mundo frío, un mundo sin el calor de la aventura, un mundo donde no
se pueden cometer errores, en fin un mundo perfecto. Sin embargo, yo quiero
lo imperfecto, lo mejorable. Prefiero mi bocata, mi saco de dormir, mi libertad
de equivocarme y así aprenderé mi felicidad. Besos. Gloria".
Lentamente Adalberto abrió sus manos dejando caer la carta al suelo. Se quedó muy pensativo. De almuerzo comió un bocadillo sentado debajo de una encina no lejos del pueblo.